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31 de julio de 2009

El viejo y yo

Mañana del día del concierto de Slipknot. Desperté a las 6 de la mañana, y a las 8 menos cuarto estaba en Coruña. Mi niño no llegaría hasta cerca de las 9 para coger el tren, así que me senté en una cafetería a desayunar un poco.
La gente me miraba, por cómo iba vestida: chaqueta de lana negra, una minifalda con forro de tul negra, calcetines altos, también negros, y mis botas de cuero con hebillas, hasta casi la rodilla. Además, una mochila-ataúd. Creo que a esas alturas todavía no me había puesto el collar de pinchos, no lo recuerdo.

Desayuné en un bar frente a la estación, entre las miradas de algunos hombres trajeados y de la camarera, que creo que estaba deseando que saliese de allí.
Todavía faltaba tiempo para subir al tren, así que salí del bar y me senté en la entrada del HeartRock a esperar a que pasase el tiempo. Había gente esperando a subir al autobús, gente que venía de la estación de tren, gente que iba a trabajar… la enorme mayoría de ellos me ignoraban, hasta que un viejo pasó por delante de donde estaba yo sentada, me vio, y paró de caminar para quedárseme mirando.
Lo ignoré, seguí con la radio puesta, mirando hacia donde suponía que iba a aparecer David. A los pocos segundos el hombre siguió caminando, y lo perdí de vista.

Poco después me llamó David para decirme que se iba a retrasar un poco, había un camión de arena volcado en la autopista de entrada a Coruña. Di un par de paseos y volví a sentarme frente a la puerta del HeartRock, a seguir esperando.
Y mientras los presentadores de los programas que estaban emitiendo decían que sentían mucho la pérdida de Michael Jackson y ponían una y otra vez canciones suyas, el viejo volvió. Como hizo antes, cuando me vio, paró de caminar y en esa misma postura se me quedó mirando.
No era un viejo normal. No era un viejo entrañable, de estos de bastón y boina (que también los hay en cuidad). No, era un señor extraño. Las mujeres me entenderán, de esta clase de señor que se te queda mirando y da mal rollo, de esos que quisieras saber qué está pensando para saber que no están pensando nada malo para ti. Llevaba unos pantalones mal planchados y un jersey de lana marrón. Me miraba mientras yo estaba sentada, y me daba mal rollo.
Y se me acercó.
-Hola chica, ¿me puedes hacer un favor?
-Depende de lo que necesite –aprendí a responder así hace bastante tiempo.
-Es que… ¿tienes tiempo?
-No sé, estoy esperando a alguien y no sé cuándo va a llegar, en cualquier momento puede venir –mentira, sabía que en menos de un cuarto de hora no iba a llegar.
-¿Tu novio? –y me guiñó un ojo el viejo ese asqueroso.
-Sí.
El viejo hizo ademán de alejarse. Pero se lo pensó mejor y volvió a acercarse a mí.
-Es que es… por si querías… ya sabes –y añadió una sonrisa que él debió pensar que era pícara.
-¡No!
-Bueno, gracias de todos modos.
Y se fue.

Sabía que gente vestida así podía darle morbo a mucha gente, y de hecho algunas veces tengo jugado con eso… pero nunca, nunca había escuchado de alguien que le hubiera pasado siquiera algo parecido, y por supuesto, nunca me había pasado algo parecido.

Cuando llegó mi niño y se lo conté, medio entre risas y medio todavía impresionada, me preguntó si estaba bien, si el tío me había tocado o algo. No, no tenía trauma ni tenía miedo. Simplemente una anécdota bastante… loleante.

2 comentarios:

Isi G. dijo...

o.O No sé yo cómo hubiese reaccionado, pero tal vez le hubiese dicho cualquier barbaridad, a saber xDDDD

Besotes^^

Anice dijo...

aaaai dios mio k asko k dan estos viejos!!;O;
uuuf yo no se komo reaccionar n estas situaciones ;___; me dan un apuro que me pondria a gritar!!