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2 de noviembre de 2010

Todas son palabras del Almirante

Esto que sigue son palabras formales del Almirante en su libro de primera navegación y descubrimiento de estas Indias. “Yo”, dice él, “porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra santa fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor con las que tuvieron mucho placer y quedaron tan nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos donde estábamos nosotros, nadando, y nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas y muchas otras cosas, y nos las trocaban por otras cosas que nosotros les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andaban todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vi más que una sola mujer, y todos los que yo vi eran todos hombres, no vi ninguno de edad de más de 30 años, muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi como colas de caballo y cortos. Los cabellos los traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. Unos se pintan de negro, y ellos son del color de los canarios, ni negros ni blancos, y otros se pintan de blanco y otros de colorado, y otros de lo que sea; y otros se pintan las caras, y otros todo el cuerpo, y otros solo los ojos, y otros solo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban por ignorancia. No tienen ningún hierro; sus azagayas son unas varas sin hierro y algunas de ellas tienen al final un diente de pez, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi a algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas de qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a ser tomados como cautivos. Ellos deben ser buenos siervos y de buen ingenio, que veo que muy rápido dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo placiendo a Nuestro Señor llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta isla.”
Todas son palabras del Almirante.

Cristóbal Colón.
Diario, 11 de octubre de 1492

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