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28 de marzo de 2012

Un corazón simple

Una noche, cuando tenía dieciocho años, la llevaron a la feria de Colleville. En seguida la aturdieron y dejaron estupefacta el estruendo de los músicos de la aldea, las luces de los árboles, el abigarramiento de los vestidos, los encajes, las cruces de oro y la multitud de gente que saltaba al mismo tiempo. Ella se mantenía apartada modestamente, cuando un joven bien trajeado, y que fumaba su pipa apoyado en la lanza de un carricoche, la invitó a bailar. La obsequió con sidra, café, galletas y un pañuelo de seda, e imaginándose que ella barruntaba su intención, se ofreció a acompañarla. […]
Inmediatamente él habló de las cosechas y de los notables del pueblo, pues su padre se había trasladado de Colleville a la granja de los Ecots, de manera que eran vecinos. “¡Ah!”, dijo ella.
Él añadió que deseaban casarlo. Pero no tenía prisa y esperaría hasta encontrar a una mujer de su gusto. Felicité bajó la cabeza y Théodor le preguntó si pensaba en el matrimonio. Ella contestó, sonriendo, que hacía mal en burlarse.
-¡Pero no, se lo juro!
Y con el brazo izquierdo le rodeó la cintura; disminuyeron el paso. El viento soplaba suavemente, las estrellas brillaban, el carretón de heno oscilaba delante de ellos, y los cuatro caballos, arrastrando las patas, levantaban polvo.
[…]
Cuando llegó el momento, Felicité corrió hacia el enamorado.
En su lugar encontró a uno de sus amigos.
Este le dijo que no volvería a verlo. Para librarse del servicio, Théodor se había casado con una vieja muy rica, la señora Leoussais, de Toucquet.
La aflicción de Felicité fue muy grande. Se arrojó por tierra, gritó, invocó a Dios, y se quedó gimiendo sola en el campo hasta la salida del sol.

Un coeur simple, Gustave Flaubert

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