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9 de mayo de 2012

Por qué el arte vanguardista no es basura


Hoy ha salido la noticia de que se ha vendido un cuadro de Rothko (Naranja, rojo, amarillo) por 66 millones de euros. Como cada vez que pasa algo así, ha saltado un montón de gente a opinar del tema. De hecho, yo me enteré porque Rothko era TT en Twitter (y sabía que no era por el doodle de Google, otra cosa que a la gente le encanta comentar aunque hacía unas horas no supieran quién era el señor a quien se lo dedican). Como esperaba, al entrar a leer encontré un repetidas un montón de veces y alguna opinión suelta. Todas ellas, también como esperaba, decían que eso no era arte, y era una estafa.


Entonces, mi conciencia, la alarma de mi alma artística (qué poético eso), saltó. No llevo estudiando el arte, tanto en cuanto a Historia como a Filosofía desde que tenía 15 años para que un idiota con una cuenta de Twitter diga que su hijo puede hacer eso y se quede tan pancho. No por el honor de Rothko, ni de Picasso, ni de Juan Gris, ni de Torres García, ni Dalí, Huidobro, Breton, Apollinaire y amigos (y Duchamp, oh, Duchamp). Porque los vanguardistas han hecho algo muy importante, y aunque la gente se niegue a entenderlo, ahí están, y sus nombres están escritos en la Historia.
Entonces, y como me veo ya preparada para explicar un poco la base de la vanguardia, por qué ese cuadro vale 66 millones de euros (más allá de las palabras de Steve Jobs -vil ladrón- de que algo cuesta lo que la gente está dispuesta a pagar) y qué hay que ver cuando se mira una obra vanguardista, me lanzo a escribir esta entrada.
Aviso de que no es la única explicación, y que se pueden dar tantas visiones y se puede hablar tanto de las vanguardias que me voy a quedar corta, y otra gente podrá decir otras cosas. Solamente quiero hacer una aproximación.

Para la versión corta, saltar directamente a los párrafos de las negritas.

Hay que empezar diciendo que no hay una definición aceptada de arte. El arte es, pero no se sabe qué hace que sea arte. El arte existe, de eso no duda nada. Pero arte son obras tan diferentes como un cuadro, una canción, o un edificio. Se acepta comúnmente que es arte aquello que los expertos en el tema aceptan como tal; los expertos, no la gente de la calle. Ellos tienen sus razones, ellos conocen las obras de arte en profundidad, y lo que ellos aceptan es lo que nosotros aceptamos como arte. Que alguien del 2012 venga a decir que el cuadro de Rothko, de alrededor de 1930 no es arte es una chorrada.
Desde el principio de los tiempos, el arte siempre ha querido reflejar la Naturaleza, el mundo conocido por el hombre. Primero, las pinturas fenicias y griegas de muchos siglos antes de Cristo (no sé si las prehistóricas cuentan como expresión artística), que representaban hombres, animales y el mundo que ellos conocían. Con los siglos las técnicas de dibujo o expresión en general fueron mejorando. Las esculturas griegas son perfectas anatómicamente, los edificios se fueron estilizando y complicando con el paso de los años.
En el Renacimiento se consigue dar profundidad a las pinturas. Nacen las líneas de fuga (mi obsesión particular a la hora de componer una foto), la profundidad y la perspectiva. Se lucha por conseguir cada vez pinturas más realistas, por conseguir congelar momentos históricos en los lienzos, inmortalizarlos.




En esta pintura griega vemos representado un hombre a caballo. Es una figura plana, sin profundidad ni movimiento, está congelada. Interpretamos que es un hombre, porque el dibujo tampoco está perfeccionado, y el caballo tampoco es muy realista.

Siglos después, en el cuadro de Leonardo da Vinci, La última cena, ya hay líneas de fuga. Se puede ver cómo la mesa está en primer plano, tras ella están Jesús y los Apóstoles, luego hay un espacio vacío en la habitación, más atrás están las ventanas, y mucho más atrás se intuye un paisaje. Las líneas de fuga que dibuja el techo y las paredes crean profundidad. Se juntan hipotéticamente en el horizonte según la posición del espectador, que se sitúa frente a la acción pintada, en el centro, y mira de frente.




Pero al final del siglo XIX los avances técnicos y científicos le dan un palo a esta ansia de representar fielmente la realidad. Nace la fotografía, algo que haciendo click (y bueno, en ese tiempo esperando un rato, luego revelándolo y esperando algo más) copia la realidad tal y como era en ese momento. La pintura ya no es necesaria, que cuesta más esfuerzo y nunca será tan perfecta.
Entre otros avances científicos, leía el otro día en un artículo que nació una teoría que desprendía la ciencia de la perspectiva. El hombre podía prescindir de un punto de vista, y mirar desde el infinito. No sé qué aplicaciones científicas tiene esto, aunque hubo avances y sirvió mucho para algunas ciencias. Sin embargo, lo que importa es que esta posibilidad de “desprendimiento” llegó al arte. ¿Por qué el arte tiene que estar sujeto a una perspectiva, a ser una copia de la realidad? El arte puede hacer mucho más que eso.
Entonces nacieron las vanguardias.
La gran diferencia que hay entre una obra de arte vanguardista y una previa es la representación de la naturaleza. Una obra vanguardista vale por sí misma, tiene vida dentro de sí misma. No representa la realidad externa que nosotros conocemos porque el artista está creando una realidad propia para ese cuadro, y en nada se parece a la nuestra. Consecuentemente, se rompen las reglas de la lógica de este mundo, porque esa realidad nueva tiene las propias, aunque el hombre todavía no las conozca.
No se explican situaciones, no se representan situaciones, momentos o sentimientos. Se dan elementos que puedan transmitir esas sensaciones al espectador, pero no por empatía, si no apelando a la experiencia propia. Las ideas son procesadas y rehechas por la mente del autor. Como dijo Huidobro “Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!/ Hacedla florecer en el poema”.
Desaparece la conciencia de lo bello o lo bonito. Hasta el Romanticismo, un cuadro era bueno porque representaba algo bonito (un paisaje, un retrato de una persona guapa), cuando se sustituyó lo bello por lo sublime. Es decir, el valor del cuadro no se daba tanto por bello si no por sobrecogedor, por la capacidad de hacer sentir algo al espectador. Una tormenta que le hiciese sentir débil, una playa inmensa que le hiciese sentir pequeño... el poder de la Naturaleza frente al hombre. Las vanguardias van un poco más allá. El cuadro es bello porque es. No hay ninguna otra razón. Las leyes estéticas son únicas y propias para sí mismo. No depende de representar una flor bonita para poder ser bonito, porque no se busca que sea bonito, ni que esté equilibrado, ni que tenga una buena gama cromática (en las vanguardias posteriores hasta se consigue romper con el color), si no que tenga sentido en sí mismo. Cada obra tiene sus propias leyes y su propio mundo interno.
Las vanguardias rompen el tiempo, el espacio y el punto de vista. Pero para explicar esto es más fácil verlo mientras. El Guernica de Picasso, cuadro que todos conocemos:



Este cuadro pertenece al cubismo, una de las ramas más conocidas e importantes dentro de las vanguardias. Los cubistas de adentraron mucho en la pérdida del punto de vista, en la desaparición del espacio y en la fragmentación y simultaneidad del tiempo.
Por partes: primero, la ruptura del punto de vista. En el arte anterior se dibujaban los objetos en relación a su distancia y posición dentro del espacio que se formaba dentro del cuadro según donde estuviese situado el espectador. Cuánto más lejos estuviese el objeto, más pequeño. Si estaba situado en un plano superior a donde se supone que los ojos del espectador iban a estar situados, se representaba visto desde abajo, y si estaba en un plano inferior, se representaba desde arriba. Perder el punto de vista es hacer desaparecer esta relación: los objetos pueden aparecer en diferentes posiciones y perspectivas independientemente de su situación en el cuadro. Por ejemplo, el caballo que está hacia la mitad de la pintura, bajo la lámpara. Los ojos están en una posición diferente a la que correspondería en la realidad según la posición de la boca. Está “girado”, porque se ha perdido el punto de vista.
Los autores vanguardistas miran desde el infinito. No miran desde un punto concreto y crean a partir de él. Miran desde todos los lados y ninguno a la vez. Los objetos pueden aparecer representados desde diferentes posiciones sin que el espectador tenga que moverse, porque los autores están situándolo desde ese punto infinito, o indeterminado, desde el que pueden ir viendo la realidad interna del cuadro (más o menos próxima a la realidad conocida por el hombre) simultáneamente.
También se ve que se rompe el espacio. No hay un solo referente en todo el cuadro que dé una pista de dónde están situados los objetos representados. No hay profundidad, como pasaba en la última cena, donde se podían ordenar los objetos o personas en un espacio. Es plano. Estos autores consiguieron prescindir en sus obras de uno de los temas que más problemas les había traído a los pintores previos de cabeza. Se dieron cuenta de que no era necesario. Ahí está su gran revolución en este tema.
Unido al espacio, está el tiempo. En el caso concreto de este cuadro se sabe qué representa, que es un momento concreto en el tiempo, que situamos por un hecho histórico (que podemos conocer por el título del cuadro). Pero en el cuadro de Las señoritas de Avignon, por ejemplo... ¿qué época refleja? ¿Cuándo y dónde estaban esas señoritas que pintó Picasso? También se pierden esas referencias. En La última cena, también tenemos un momento concreto representado, como en La rendición de Breda (Velázquez) o Los fusilamientos del 2 de mayo (Goya). Son momentos reconocibles, puntuales. Los vanguardistas consiguen desconectar del tiempo, volverlo infinito. Vuelven a situarse en ese punto del infinito, independiente del punto de vista, de la posición, y del espacio, donde tampoco hay tiempo. El momento que representan con sus cuadros es eterno.

Con estas bases, la experimentación vanguardista fue a más. El cubismo es una de las primera manifestaciones y aún se van haciendo más extremas y más experimentales con el tiempo. Hay muchas ramas diferentes de las vanguardias, pero en general todas tienen esto en común. Cada una tiene su manifiesto, sus características propias que la diferencian del resto, pero en general se asientan en estas bases.
Intentan romper todos los moldes tradicionales constantemente, hasta intentar ir superándose a ellos mismos a cada momento. Las vanguardias son muy efímeras, han dado muchas obras y manifestaciones, pero en realidad comprenden a una sola generación de artistas.
Al ir superándose a sí mismas, algunas llegan a romper el dibujo e invadir los lienzos de color, con el que se hacen formas que sustituyen al dibujo. Otras reducen sus cuadros a una acumulación de dibujos esquemáticos sobre conceptos universales (ver los cuadros de Torres García). En el primer caso está Rothko, por quien estoy escribiendo todo esto. Es un poco tardío dentro de las vanguardias (según Wikipedia estaba acabando de estudiar en 1923, cuando Picasso ya llevaba mucho pintando, por ejemplo), pero la reflexión es la misma: Rothko es capaz de superar a toda la pintura anterior. Es capaz de romper todas las reglas que se creían imprescindibles para el arte, y hacer arte sin seguir estas reglas. Consiguen superar todos los preceptos que se creían instintivos dentro del arte (cuando un niño dibuja un paisaje lo hace siguiendo el modelo de la Naturaleza que crea, no se le ocurre intentar hacer un paisaje de un mundo procesado por su razón, que tenga vida dentro de sí mismo), darle un varapalo a todas las teorías sobre el arte que existían. Y aún así, conseguir hacer arte, y ser reconocidos como artistas. Destrozaron todas las teorías filosóficas o teóricas sobre el arte, demostraron que el hombre siempre puede ir más allá, y que el arte no tiene límites. Porque cuando los teóricos y críticos empezaron a aceptar que esas cosas raras que hacían era arte, que tenían mucho mérito, volvieron a desafiarlos. Y así es cómo Duchamp metió un urinario en un museo, y tuvieron que darle la razón. Y luego metió una pala de quitar la nieve, y tuvieron que volver a darle la razón.
Dicho así, con la perspectiva histórica, no parece tan difícil. Todos podemos coger un lienzo en blanco, darle cuatro brochazos y seguir desafiando a toda la tradición. Pero ¿alguien anterior a ellos lo hizo? ¿Da Vinci, ese genio en todos los campos de conocimiento del hombre, pintó un cuadro así?

Y luego, otra cosa importante que no se tiene en cuenta. Los vanguardistas con rebeldes, destrozan todos los prejuicios que se tienen sobre el arte. Juegan con el público. Lo vacilan. Lo engañan. Quizás no todas las obras tengan un carácter irónico o de juego, pero muchas de ellas sí. Muchas obras no pasaron a la Historia porque se referían al momento actual, pero Picasso tiene collages criticando de manera irónica a disputas comerciales/publicitarias de su época.
No os creáis lo que os dicen los vanguardistas. Si os ponen un cuadro como este que acaban de vender de Rothko y en vez de llamarle Naranja, rojo, amarillo se llama Duda existencial no os lo creáis. Rothko quería pintar un cuadro a tres colores, sin más. No tenía una duda existencial ni quiere expresar eso. Si le pone ese título es para que os quedéis pensando delante del cuadro, intentando ver esa duda existencial, y que muchos, por no querer parecer idiotas, elucubren sobre la gran duda existencial del hombre y la magnificencia con la que el autor es capaz de plasmarla con solamente tres colores y un cuadrado. En 1900 ya había snobs, y a os autores también les gustaba reírse de ellos. Los autores vacilan al público, por primera vez en la Historia.
Pero esta última reflexión no os la va a decir nadie. Muy poca gente es capaz de leer en el arte más allá de lo que dicen literalmente los manifiestos. El otro día salí enfadada de la clase de literatura francesa porque nos hicieron una introducción a las vanguardias (ni introducción ni nada, se limitó la profesora a decir cuatro nombres, dos movimientos y dio la clase por acabada), y yo sabía más que la profesora. Nos puso delante del Manifiesto Dadá, el gran vacile dentro de la vanguardia, y la tía no lo había sabido interpretar.
El Dadaísmo busca liberar el subconsciente del autor y plasmarlo sin restricciones en la obra. En la literatura (poesía sobre todo) se traduce en hacer relaciones extrañas de palabras, en romper con la sintaxis y con todo lo lógico. Si el autor quiere hablar de un olor colorido, hablará sobre eso. Si quiere decir que las nubes estaban tristes, lo dice. Destrozan la lógica, hacen relaciones de conceptos que no hay por dónde cogerlas. Pues bien, su manifiesto cuenta, a modo de receta cómo crear un poema dadá. Resumiendo, dice que con unas tijeras se recorte un artículo de un periódico. Cualquiera. Luego, que se recorten todas las palabras, y se metan en una bolsa. Tras agitar la bolsa se extienden las palabras en una mesa, se ponen formando líneas, al azar, y se escribe lo que ha salido. Y se tiene un poema de gran profundidad moral y estética.
Es mentira. ¿Quién puede creerse eso? Los dadaístas cuando escribieron eso se estaban riendo de los que no entendían su poesía y creían que componían así. Pero la realidad es que cada una de las palabras de sus poemas están medidas, están colocadas cada una donde debe estar. No queda nada al azar.
Por eso, que nadie se fíe de los vanguardistas. No os fiéis de un cuadro vanguardista, o, aunque no sé de qué va el arte contemporáneo, como son descendientes suyos, ni siquiera del arte contemporáneo. El mérito de las vanguardias está en conseguir hacer esa ruptura, el poder crear algo completamente nuevo. Los cuadros no transmiten ideas profundas, porque el autor está jugando con vosotros.

Ha sido un poco largo, seguro. Pero sabiendo esto, espero que el mérito y la importancia del arte vanguardista empiece a ser real para alguna gente. Tras esos cuadros abstractos, las líneas incoherentes, los hombres mal dibujados, hay una profunda reflexión y acción. Por eso el cuadro de Rothko vale 66 millones de euros. No porque el cuadro represente un esfuerzo técnico, ni porque esté muy cuidado. Ese cuadro vale 66 millones de euros porque supuso, junto a su autor, un cambio impresionante, impredecible e irrepetible en la Historia del Arte. Es un pedazo de Historia, el resultado de la rebeldía artística para conseguir deshacerse de la tradición conocida, y el mérito de haberlo conseguido.
No es bonito. Pero no tiene que ser bonito. Rothko a lo mejor ni siquiera dibujaba bien. Pero no lo necesitaba. Porque lo que importa no es el cuadro como objeto físico. Lo que importa es el cuadro como elemento simbólico.


Tras todo esto, y aunque vaya en una línea diferente, quiero resaltar un comentario que leí en la noticia que puse arriba, del usuario Joseluis_76:

"Bueno, ya tenemos la catarata de ilustrados que repiten su "mi hijo podría hacerlo","hay que ser imbécil"... Lo primero, un señor que gestiona pagos de 66 millones no creo que sea un imbécil. Sabemos lo sólido que resulta el mercado del arte, al contrario que la casa que más de un enterao está pagado de una manera algo menos rentable, en este mismo foro. Me equivoco? Y por otro lado, la repetición hasta la saciedad de lo simple -técnicamente- del arte contemporáneo. Hemos oído lo mismo de Mondrian, Miró, Matisse, y en su momento se oyó de Van Gogh, Goya y tantos otros que hicieron algo por primera vez. Entiendo que les puedan gustar las horteradas de Dalí (aquí opinamos todos), pero no entienden la época en la que fue creado, la revolución gráfica que supuso (hoy no entenderíamos cualquier diseño sin estos visionarios), y por supuesto la violencia de los detractores que encontraron por el camino, como todos vosotros: gente que insultó lo novedoso, como se insultó a Darwin, el voto femenino, o la abolición de la esclavitud: conservadores. Los imbéciles de la historia".


Bibliografía que usamos a lo largo de este curso en la asignatura dedicada a las vanguardias:
Apollinaire, Los pintores cubistas
Juan Gris: De las posibilidades de la pintura
Ortega y Gasset, La deshumanización del arte
T. Tzara, Manifiesto Dadá
André Breton, Manifiesto del surrealismo
J. Metzinger, Cubismo y tradición
F. T Marinetti, Manifiesto técnico de la literatura futurista
Vicente Huidobro, La poesía
Fernando Agrasar, Huidobro y la axonometría. La clave visual de la vanguardia.

1 comentario:

Isi G. dijo...

Y no se hace tan largo de leer como crees, ¿eh? Muy bien argumentado y expuesto :)

Besos ^^