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10 de junio de 2012

Con la camiseta de Sôber

Hoy, después de bastante tiempo, volví a sentirme con ganas de ponerme la camiseta de Sôber. Hacía tiempo que estaba en el armario aparcada, incluso la otra que tengo está en casa, con el resto de la ropa que uso solo cuando bajo los fines de semana. Y es que, por raro que se me hiciese sentirlo, no tenía ganas de ponérmela.
Hace unos meses que estaba enfadada con ellos. Me decepcionaron a nivel personal, y no era capaz de llevar la camiseta, de pensar en ellos. Aunque sí los sigo escuchando y como músicos seguían siendo lo más grande.
La culpa la tiene la Morfologira. Cuando me enteré de que la iban a hacer fue una alegría, pensar que podría escuchar ese disco en directo (cuando salió no sabía ni lo que era la música, mucho menos podría ir a un concierto), y con suerte, podría caer algún tema de Torcidos, que parece que nadie lo tiene en cuenta y no es mi favorito, pero sí tiene un algo especial. Pero mi decepción empezó cuando iban confirmando fechas de conciertos, y ninguno caía en Galicia, ya no digamos cerca de Coruña. En abril fueron a Gijón y a Santander, pero no se acercaron más.
Mientras no acaba de creerme que pudiesen tocar en Gijón, o en Cartagena, pero no en Santiago o en Vigo, leí una entrevista en la que decían algo de que no venían a tocar a Galicia porque no tenían tantos seguidores y no llenaban las salas. Fue cuando exploté, porque las últimas veces que se han acercado, ahí estuve. Y aquello estaba lleno. Cuando en el 2010 volvieron y tocaron en la Capitol, la sala estaba llena. Cuando volvieron en el 2011 a tocar en el Rock in Way, hubo un montón de gente que fue solamente para verlos a ellos (la mayor parte del festival fue indie, rock estaban ellos, un tributo a ACDC y The Offspring), y fueron los que pusieron algo de gente en el recinto, que estaba vacío. Y cuando volvieron en diciembre, a la Green, para tocar un tema con Tregua en el concierto de La Fuga, no fue poca la gente que se acercó a saludarlos. Lo sé porque estaba a su lado. He estado en esos tres momentos, e incluso en el concierto de Savia del 2008 (la plaza estaba llena también), que fue la vez anterior, antes de volver a ser Sôber.
Me jodió. Muchísimo. Saben que hay gente que los sigue, que hay gente para llenar salas. Quizás no dos veces al año como hacen en Madrid, pero podemos meter más gente en una sala que en Cartagena, por ejemplo. Y seguían confirmando conciertos en las ciudades más raras, todas lejos de Galicia: Mallorca, al día siguiente Ibiza, Jaca, Santander, Guadalajara... y seguían alargando una gira que en principio iba a ser limitada y especial.
Exploté cuando, teniendo ciudades y fechas pendientes en España, empezaron a promocionarse en Venezuela, para llevarse la gira allí. Fue cuando exploté y relegué a una de mis camisetas a mi casa, y la otra la puse al fondo del armario. Los dejé de seguir en Twitter porque no paraban de recordarme que se irían a tocar por primera vez a Venezuela cuando en Galicia seguíamos esperando, también borré a alguno de Facebook.
La tarde que los tuvieron retenidos en Venezuela y no les dejaron pasar al país, pensé mucho en el karma. Y aunque no dejé de admitir que no me gusta que no dejen pasar a músicos de metal para tocar, por las razones que sean (no es el primer grupo al que se lo hacen, me han dicho que otros recientemente también tuvieron problemas, como la Diablo Swing Orchestra), me pareció que se lo tenían merecido. Sonreí cuando me enteré de que estaban retenidos, y sonreí más cuando anunciaron que se metían en un avión de vuelta a casa y cancelaban los dos conciertos que tenían previstos.

Alguno se estará preguntando que qué pasa con mi tatuaje entonces. Y ahí tengo que ser clara: sigo estando orgullosa de mi tatuaje, me gusta llevarlo y me gusta lucirlo. Me gusta lo que significa para mí, en ningún momento me he arrepentido de habérmelo hecho. Hay que separar a las personas de los músicos, y por más que la caguen como personas, su música, lo que me hace sentir y lo que me hizo sentir, siguen ahí. Estaba enfadada con ellos a nivel personal, no es que musicalmente hayan hecho un destrozo. Si me hubiese hecho el tatuaje por cómo eran como personas me hubiese tatuado sus caras, no el logo.

Pero todo ha cambiado. Me siento diferente. Me da igual lo que hagan como personas, su música sigue ahí, y he recordado a lo bestia, como un remazo en toda la cara que es su música y no ellos lo que me hace feliz.
Llevo desde que dieron los primeros nombres, diciendo que ése no podía ser todo el cartel del festival Brincadeira. Que me faltaban grupos por confirmar, que esos no podían ser todos, aún teniendo en cuenta los Djs que faltaban por decir o los grupos de la zona.
Y ayer, a media tarde, la organización anunció que ya tenía la distribución por días del festival. Este año serán cuatro: jueves, viernes y sábado por el Brincadeira, y el domingo por el Rock in Cambre, al que se unen. El domingo los cabezas de cartel son The Grit, que vi el año pasado en el Brincadeira también y me encantaron. Los siguientes, son Sôber.
No lo anunciaron. Los incorporaron junto a otros grupos sin decir nada. Simplemente aparecieron ahí.

No la esperaba, pero tuve la reacción que tengo con todos los conciertos que me importan de verdad: mente en blanco, solamente su nombre en la cabeza, temblores, y luego sudores. Pero esta vez fue a más. No solamente me quedé quieta, sin creer lo que leía, mientras sudaba y pensaba en que podría volver a verlos, sino que me eché a llorar. No sé por qué, quizás por muchas cosas que no son solamente ellos, pero ahí estuve. No pude contenerlo y no quería. Iba a volver a verlos, toda la mierda de la Morfologira ya no importaba.
Y me han dado un poquito más de alegría para empezar el verano. Odio las épocas de exámenes, odio tener que estudiar, odio la soledad de estar en mi habitación estudiando en silencio o pensando en que tengo que estudiar. Pero este verano volveré a ver a Sôber en directo. Tocando Superbia, tocando Morfología, o de todo un poco. Pero volveré a verlos en directo.
Y que le den a las ciudades de mierda. Sigue sin ser un concierto en una sala, y probablemente llegue al domingo más muerta que viva, pero ahí volverán a estar. Y yo, sin una cámara de la que preocuparme, y sin gente de la que preocuparme porque esta vez sí voy a conseguir la primera fila, en el centro. Con la espalda bien visible, orgullosa de la música que suena.

Toquen Umbilical, toquen Oscura Comunicación, o toquen lo que toquen, volverán a estar ahí. Eso es lo que me importa ahora. Y que por fin he vuelto a sentir ganas de ponerme su camiseta.

1 comentario:

Isi G. dijo...

Y que goces bien ese concierto ;)

¡Besos y ánimo con los estudios! ^^